Por: Humberto Fabián Suárez (Presidente del Consejo de la Marca País)
La Marca que identifica a Cuba se abre paso y distingue lo mejor del quehacer de nuestro pueblo.
Pero, ¿cuánto más podríamos hacer para lograr que nuestra Marca País brille como signo distintivo de la Nación y desnaturalizar el relato hegemónico que intentan posicionar los que no nos quieren bien?
¿Cuál es la historia que se esconde detrás de una Marca como esta, cuya gestión mueve intereses, recursos y voluntades en un mundo globalizado y competitivo?
Hagamos un poco de historia
En 1996 se acuñó el concepto por el británico Simon Anholt, que después devino en disciplina de la mercadotecnia y la comunicación con el nombre de gestión de marcas de lugares: incluye la gestión de las marca de un país, pero también de ciudades, provincias, territorios o simples comunidades.
Anholt definió la esencia de esta disciplina que hoy mueve miles de millones de dólares para posicionar naciones y lugares en un mundo globalizado y un mercado internacional muy competitivo, donde países pequeños y carentes de recursos necesitan hacerse notar y posicionarse. Al respecto afirmó:
¨Los países que no son fuertes, necesitan ser interesantes; precisan ejercer cierto poder de atracción… y la fuente de esa atracción solo pueden ser su IDENTIDAD INDIVIDUAL, SU CULTURA, SU HISTORIA, SU TIERRA, SUS TRADICIONES, SU GENIO Y SU IMAGINACIÓN¨.
Pocos años después de acuñarse esta disciplina, ya Cuba daba sus primeros pasos para tener su propio signo, al crear un grupo integrado por especialistas cubanos, con la colaboración de colegas argentinos, amigos de la Revolución cubana, para generar una Marca que identificara las ofertas turísticas del Destino Cuba. Nació así, la Marca Destino Cuba en el 2003 para amparar todas las acciones encaminadas a promocionar nuestras ofertas turísticas con un sello de origen.
En el 2012 se decidió que aquella solución gráfica se convirtiera en Marca País, oficialmente legalizada nueve años después y desde entonces nos identifica en el concierto de las naciones del mundo.
¿Qué singulariza nuestra Marca País?
A diferencia de otras, nuestra Marca País se considera una Marca encontrada, aunque no así como la conocemos hoy.
Nadie sabe hasta este momento, quien la creó, quién fue el primero en usarla o si obedeció a una decisión del gobierno de la República en Armas. Su origen pervive en el anonimato. Lo cierto es que identificó a nuestros valientes mambises del Ejército Libertador en sus luchas contra el colonialismo español. El rojo que la distingue está bañado con la sangre derramada durante más de 30 años por la independencia de nuestra Patria.

Quizás, acompañó a Céspedes cuando le dio la libertad a sus esclavos en La Demajagua aquel 10 de octubre; a Ignacio Agramonte y los hombres de su brava caballería, a Máximo Gómez en Las Guásimas, a Maceo en Mal Tiempo y a ambos en la Invasión de Oriente a Occidente, considerada por muchos expertos como la hazaña militar más destacada de la centuria.
Es muy probable que identificara a Maceo y sus bravos acompañantes en la Protesta de Baraguá cuando decidieron continuar la guerra por nuestra independencia, ante las ofertas de rendición que les ofrecía el enemigo.
Al grito de: “El que sienta cubano y tenga c… que me siga,” escoltó al valiente y legendario Coronel mambí Juan Delgado con solo 18 hombres para rescatar los cadáveres del Titán de Bronce y su joven ayudante Panchito Gómez Toro en San Pedro, para coronar una significativa victoria política, ante la fuerza numerosa de enemigos empeñados en alzarse con aquel trofeo militar que significaba el cuerpo del Lugarteniente General del Ejército Libertador y el del hijo del General en Jefe de las huestes mambisas, caídos en combate.
A modo de escarapela, nuestros mambises quisieron identificarse con los ideales que defendían, con algo tan sencillo y fácil de confeccionar que recordaba una parte de nuestra bandera de la estrella solitaria.

No era la primera vez que un signo identificaba ideales tan sublimes. Tal vez, bajo el influjo de los cubanos que combatieron en los Ejércitos de Simón Bolívar, Sucre y José de San Martin que usaban escarapelas como signo de sus convicciones e ideales o de los muchos internacionalistas latinoamericanos que pelearon junto a nuestros mambises en las guerras por nuestra independencia.
De estos probablemente, devino esa práctica, influenciada por aquellos plebeyos que tuvieron la osadía de descabezar la monarquía francesa en 1789, identificados con una escarapela tricolor, inspirados en los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad que movieron multitudes para protagonizar e inmortalizar la Revolución francesa, cuya influencia se dejó sentir en el pensamiento y la acción de nuestros más ilustres fundadores: Céspedes, Agramonte y Martí.
Lo más curioso e interesante de esta abreviada historia es que aquel escudo con la estrella solitaria continuó siendo un símbolo de cubanía, rebeldía y patriotismo cuando los gringos frustraron la victoria de nuestros bravos libertadores e impusieron gobernantes dóciles a sus intereses y pretendieron cambiar la historia de aquella epopeya gloriosa de nuestros antepasados, quienes al filo del machete y al grito de ¡Viva Cuba libre! conquistaron una gloria que todos debemos reverenciar.
Triunfa la Revolución en 1959 y los nuevos mambises capitaneados por Fidel entran en La Habana aupados por todo un pueblo. Nuevamente, el signo, signa nuestra historia: identificó nuestra naciente fuerza aérea, resplandeció en el identificador de nuestros pioneros, centró el diseño de la portada de las Obras Completas de nuestro Héroe Nacional José Martí, fue fuente de inspiración de los maestros de las artes plásticas y hasta en obras infantiles, nuestros infantes reeditaron el uniforme de los heroicos mambises.

Esa fuerza que dimana de la entrañas de las luchas del pueblo cubano le otorga a nuestra Marca País una singularidad que la distingue en el concierto de las marcas que identifican a otras naciones.

Y esto tiene una importancia capital: las Marcas País tienen que ser reconocibles y aceptadas primero por sus pueblos; tienen que representar su identidad y su cultura para que sean expresión de esos valores; tienen que ser fácilmente identificables. La cubana tiene esa batalla ganada de antemano porque nace de los más auténtico y querido de nuestras tradiciones de lucha.
Mientras otros necesitan destinar millones para financiar la labor de una agencia publicitaria para dotar a sus países de una marca, Cuba hurgó en su historia y encontró la esencia de lo que nos identificaría ante el mundo.
La Marca País es el signo indicativo oficial de la identidad y procedencia nacional de los diferentes sectores en que se desarrolla el quehacer de Cuba. Ampara y condensa: principios, valores, idiosincrasia, acervo cultural y las cualidades singulares de la nación.
Es un Sello de garantía de origen, que debe ser reconocido como propio e indiscutible por parte de todos los cubanos.
Representa oficialmente a Cuba, interna e internacionalmente. Distingue los bienes y servicios de Cuba y su calidad. Avala las ventajas y atributos de Cuba como lugar propicio para la inversión extranjera, el turismo y la realización de eventos. Promueve los logros alcanzados en los diferentes sectores en los que se desempeña el quehacer de Cuba: la ciencia y la innovación, la salud, el deporte, la cultura artística, la educación, la industria, la agricultura, entre otros sectores.
Entre los valores y atributos de la Marca País de la República de Cuba sobresalen el patriotismo, la resistencia, la solidaridad, la cooperación, la seguridad, la sostenibilidad, la alegría, la afabilidad y la capacidad de los cubanos de dar lo que tienen y no lo que les sobra.
La Marca País es más que un signo gráfico; es la expresión de la imagen de nuestra querida Patria que todos contribuimos a construir y que nace de la identidad que nos caracteriza como pueblo.
Dicho de otro modo: lo que fuimos, somos y cómo queremos ser reconocidos. Cada portador de la marca tiene que asumir la altísima responsabilidad de protagonizar, donde quiera que esté o haga, lo mejor que Cuba puede ofrecer a su gente y al mundo.
En tiempos en que pretenden demonizarnos; sometidos a las más viles agresiones y campañas para empañar el brillo de una Revolución inclaudicable, los destellos de esa estrella solitaria limitados por los lados de un triángulo en campo de rojo tienen que irradiar, con más fuerza que nunca, la imagen de un pueblo negado a rendirse y decidido a forjar su propio destino.


